Transcurría el primer tercio de mi viaje a Namibia cuando llegamos a Opuwo, territorio norteño poblado en gran parte por los himbas. Habíamos recorrido ya más de un millar de kilómetros a través del desierto del Namib y la Skeleton Coast y nos creíamos unos expertos en las carreteras namibias. Ese fue probablemente el gran error en nuestro camino a las Cataratas Epupa.
Índice
Historia de un día inolvidable
Al segundo día de estar en Opuwo decidimos ir a visitar las cataratas Epupa, un salto de agua de una belleza extraordinaria que además sirve de frontera natural entre Namibia y Angola. Un trayecto de 180 kilómetros que no debía suponer mayor inconveniente que el dedicarle unas cuantas horas más a nuestro amado todoterreno. Y así fue como nos despertamos e iniciamos la ruta hacia la frontera, pensando que aquel día sería un día más en nuestra ruta.
Recogimos la tienda de campaña, desayunamos, guardamos todo en el maletero del coche y nos subimos a los asientos delanteros con las ganas que merecía el colosal espectáculo que nos esperaba.
Sin imprevistos, salimos de Opuwo y enlazamos rápidamente con la carretera que, en línea prácticamente recta nos iba a llevar hasta las Epupa Falls. Pronto detectamos que aquella carretera, aunque no era ningún drama, no era tan buena como pensábamos.
Empieza el trayecto que iba a cambiar nuestro destino: camino a las Cataratas Epupa
En los primeros kilómetros del camino de ida, cuando la marcha ya era a ritmo constante y monótona, la carretera nos esperaba con un cambio de rasante inesperado y unos pocos metros más adelante, un pequeño puente por el que el coche pasaba sin sobrar más de dos palmos a cada lado. Conseguimos frenar el coche con suficiencia, no sin problemas al ser una carretera de grava, y pasar el inesperado obstáculo sin consecuencias. Esto nos acababa de poner alerta.
Pero los kilómetros pasan lentos e incesantes y fue un buen rato después, cuando a mitad de camino un nuevo cambio de rasante, esta vez aún más repentino y de nuevo con un pequeño puente elevado un metro y medio del suelo justo tras la pérdida de visión, nos volvió a sorprender.
Pisé el freno con todas mis fuerzas y las ruedas se bloquearon, pero el coche siguió con la inercia patinando lentamente por la gravilla. La distancia no fue más de cuatro o cinco metros, pero en aquel momento vi claramente lo que estaba a punto de pasar. Aquellos pocos metros durante los cuales el coche de deslizaba, tuve tiempo de «pensar» como quería accidentarme -porque ya vi que aquello era inevitable- y en un acto instintivo giré levemente el volante hacia la izquierda. En menos de dos segundos estábamos prácticamente boca abajo, con el coche volcado sobre mi ventana.
Y ahora, ¿qué?
Ahora, ¿qué…? Después de unos instantes necesarios para quitarnos el susto del cuerpo, teníamos que pensar qué hacer. Tenía la sensación de haber estado horas allí dentro boca abajo, aunque en realidad solo habían pasado unos pocos minutos.
Me quité el cinturón, trepé apoyando mis pies en el salpicadero y salí por la ventana del copiloto. Después ayudé a salir a mi pareja, asustada igual que yo, por el mismo sitio. Permanecimos allí de pie, inmóviles durante un buen rato mirando fijamente el estropicio y pensando que nuestro viaje podía estar acabando en aquel maldito puente cuando de repente, empezó a aparecer gente de entre la maleza.
Eran himbas. De hecho, eran muchos himbas, cada vez más. No tenía ni idea de lo que podía pasar en aquel momento y empezaba a sentirme algo agobiado con el coche boca abajo y un grupo de más de veinte personas que querían ayudarme, es cierto, pero que a la vez generaban en mi un estado de nervios que empezaba a ser incontrolable.
Les pedí un minuto para pensar y entonces sí, demandé su ayuda. Entre todos tuvimos la fabulosa idea (ironía) de empujar el coche desde abajo e intentar volver a subirlo ese metro y medio, que ya serviría para que él solo se girase boca arriba. Evidentemente, ni ellos ni yo somos precisamente forzudos y tampoco demostramos mucha agudeza en ese momento, porque girar aquella mole era un pensamiento tan optimista como irreal.
Necesitaba seguir pensando…
Una aparición divina
Estábamos algo atascados en la toma de decisiones, sentados en una piedra y con un puñado de gente alrededor mirando a dos pobres blancos que no sabían qué hacer cuando de repente, vimos a lo lejos un coche, el único con el que íbamos a cruzarnos aquel día.
Pedí ayuda y pararon sin dudarlo, bajaron del coche y vieron que efectivamente, necesitábamos ayuda.
Aquella amable pareja sudafricana que, igual que nosotros estaba haciendo una ruta por Namibia en coche, iban a salvarnos el pellejo.
Les explicamos la situación y tras una breve charla encontramos una posible solución: atando una gran cuerda que llevábamos a su parte trasera del coche intentaríamos, lentamente y de la manera menos brusca posible, girar el coche.
Atamos la cuerda a los dos extremos y pedimos ayuda al grupo de himbas que iba creciendo por momentos. Entre nosotros y ellos nos situaríamos debajo del coche y acompañaríamos el movimiento de giro para evitar que fuese brusco y rompiese alguna cosa. En el otro lado, el conductor iría lentamente acelerando.
El proceso llevó un buen rato, pero vimos que la cosa podía ir bien. Entre todos, estábamos, poco a poco, poniendo el coche de nuevo en su sitio. Y cómo a estas altura ya os lo estaréis preguntando, la respuesta es no, no hay imágenes, hice varias fotos, pero con los nervios, vi que salieron todas completamente en blanco. Ahora me da bastante rabia no guardar ninguna imagen de aquel momento.
Casi no nos lo creíamos cuando vimos el coche otra vez sobre las cuatro ruedas. Revisamos que los elementos mecánicos más básicos estuviesen bien y vimos que no se había roto nada importante o, al menos eso parecía a simple vista de unos no expertos como nosotros. Ni siquiera un simple cristal de una ventanilla se había dañado y solo un trozo de chapa del lado derecho había quedado tocada. Al haber conseguido llegar a la caída casi a velocidad cero, el golpe había sido bastante flojo y eso había ayudado
Con el miedo en el cuerpo y aún una veintena de locales rodeándonos y recordándonos que habían ayudado señalándonos nuestra mochilas y cajas de comida, sacamos varias cosas de ellas y las repartimos. Después del susto no me veía capacitado para decir que no a nada.
Arrancamos el coche todavía con la presencia de la salvadora pareja por si alguna cosa no funcionaba y parecía que todo estaba en orden.
Ellos se fueron en dirección contraria a la nuestra y nosotros decidimos seguir con el plan fijado para aquel día: visitar las cataratas Epupa, aunque ahora con la incertidumbre de si podríamos llegar.
Un final de historia feliz conociendo las Cataratas Epupa
Y sí, llegamos a las Epupa Falls, las visitamos en completa soledad y disfrutamos de un espectáculo natural sensacional guiados de manera improvisada por Thabo, un guía que trabajaba con agencias españolas en la zona y que lo encontramos a la entrada del Epupa Camp.
Con él conocimos las cataratas, bajamos hasta el río (cuidado con los cocodrilos) y después, tomando unas cervezas en el bar del camping Epupa, nos explicó la relación con Angola, que veíamos desde nuestra orilla.
Nosotros le contamos el incidente que habíamos tenido en la ida y que eso nos impedía quedarnos a dormir allí, algo que sin tener previsto, entraba dentro de las posibilidades si nos gustaba el sitio. La verdad es que el sitio no podía gustarnos más, dormir allí, a poquísimos metros de las cataratas y con el estruendo de estas durante el silencio de la noche, nos hubiésemos quedado seguro, pero teníamos que volver para revisar el coche al día siguiente en algún taller de Opuwo y confirmar que todo estaba bien para seguir con nuestro viaje, al que todavía le quedaban unos cuántos miles de kilómetros por delante.
Notas para visitar las Cataratas Epupa
Aunque antes no era posible, actualmente ya se puede reservar en los campings de las Epupa Falls (Namibia) a través de internet y eso es un lujo. Te dejo los enlaces a los campings por si quiere verlos o reservar (ya sabéis que si reserváis desde estos enlaces, me ayudáis a seguir con el blog y yo os lo agradezco mucho):
Puedes leer otras etapas de nuestro viaje a Namibia:
- Desierto de Namib, un día en el desierto más antiguo del mundo
- Visita al Spitzkoppe, la montaña sagrada de Namibia
- Ruta por Cape Cross y la Costa de los Esqueletos, la Nambia más inhóspita
- Safari en el Parque Nacional Etosha, la gran reserva de fauna namibia
- Un safari en Mahango, la pequeña y desconocida reserva namibia
- Safari en el PN Chobe, la gran reserva de Botswana
Madre mía, Tomás, menos mal que todo quedó en un susto. Lo bueno de estas historias es que luego uno puede recordarlas y hasta reirse. ¡Un abrazo!
¡Muchas gracias, Maribel! La verdad es que sí, todo quedó en un susto y ahora en un recuerdo que explico siempre.
Las que debes tener tú también…
¡¡Un abrazo!!
¡Madre mía qué susto! Nosotros pensábamos que habíamos tenido un viaje accidentado porque tuvimos una rueda que reventó y otras 4 piezas del coche que se partieron de los baches, en total 3 visitas al manitas de turno que nos encontrábamos pero claro, comparado con lo vuestro fue un juego de niños :S
¡¡Hola!! Sí, fue un susto grande, la verdad, pero por suerte quedó en eso, una anécdota que explicar.
En los viajes por África, como habéis comprobado de primera mano, siempre hay que tener en cuenta estos posibles imprevistos y tomárselos con filosofía.
¡Un saludo!