A tan solo 10 kilómetros de la frontera siria se encuentra Anjar y sus majestuosas ruinas. La que fue una de las ciudades más importantes del califato omeya se asentó en este rincón de Líbano antes de viajar hasta la Península Ibérica.
Tras Damasco, actual capital de Siria y la ciudad más importante para los omeyas, el califato estableció su capital en Córdoba, dejando por el camino asentamientos como el de Anjar, claves para estudiar los movimientos de esta dinastía y que nosotros pudimos conocer durante nuestro viaje por Líbano en absoluta soledad.
Historia de Anjar (Líbano)
La historia de Anjar empieza con el ascenso al poder del califato omeya, el segundo de los cuatro califatos que se establecieron tras la muerte de Mahoma (después del que tuvo sede en la ciudad saudí de Medina) y que duró desde el año 661-750 d.C.
El primer califa de los Omeyas fue Muawiyyah, mientras que el fundador de la ciudad de Anjar fue el califa Walid, y uno de los datos más interesantes sobre ellos es que pertenecieron a la tribu quraisí que antes había tenido el poder de la Meca.
Uno de los signos distintivos de esta dinastía era su ímpetu por ampliar territorios y rápidamente se expandieron por países como Irán, Siria, Egipto o Líbano.
Como parte de ese afán expansivo, en sus inicios los Omeyas mantuvieron lazos estrechos con las tribus beduinas de Oriente Medio, que tenían el control de gran parte del territorio y que como parte de una alianza comercial, les aseguraron el dominio de la zona.
Con esa premisa, fueron levantando algunos asentamientos en territorio sirio, cerca de la frontera libanesa, con el objetivo de que los beduinos fuesen quedándose en ellos, en una especie de intento de convertir a estas tribus nómadas en una comunidad más sedentaria y con emplazamientos fijos que, obviamente, eran más fácil de controlar para ellos.
La caída de los Omeyas como tal, se dio en el año 750, cuando los abbasíes derrotaron al rey Marwan II en un duro enfrentamiento al que, sin embargo, sobrevivió uno de sus máximos referentes, Abd al Rahman, que viajó hasta la Península Ibérica.
Ahí empieza el nexo Líbano-España, ya que en el año 756 de la mano de Abd al Rahman, se fundó el emirato Omeya con capital en Córdoba, cuyas similitudes con Anjar son evidentes. Si quieres conocer más datos, puedes saber más curiosidades sobre Líbano, un país con muchos detalles interesantes.
Viajando hasta tiempos presentes, en el año 1943 la Dirección General de Antigüedades de Líbano inició las excavaciones en la zona y sacó a relucir la ciudad de Anjar, una de las más importantes de los Omeyas y la única que se ha descubierto en Líbano de esta singular dinastía árabe.
En la actualidad, Líbano es un país con una gran mezcla religiosa y el mayor enclave musulmán es la ciudad de Trípoli, en la costa norte y cerca de la frontera siria. Conocer esta ciudad es también una visita muy didáctica.
Nuestra visita a las ruinas de Anjar: caminando sobre suelo omeya junto a la frontera siria
Después de nuestra visita al Valle de Qadisha y con toda la información que habíamos leído previamente sobre Anjar, por fin estábamos allí, en aquellas ruinas que días atrás nos parecían remotas. Nos esperaba uno de los lugares más míticos que ver en Líbano y estábamos ansiosos por conocerlo.
Llegamos a la entrada del complejo bajo una espesa niebla. Estamos a principios de diciembre y hace frío en esta parte de Líbano, a los pies de la Cordillera del Anti-Líbano, cerca del río Litani, en pleno Valle de Bekaa y a tan solo una decena de kilómetros de Siria, un país que en los últimos años se ha hecho desgraciadamente famoso por su guerra.
Anjar fue construida en medio de la ruta comercial que unía Damasco, capital de los Omeyas por aquel entonces, con el Mediterráneo y curiosamente, hay teorías que dicen que jamás se llegó a terminar pese a que fue planeada en su totalidad, ya que se han encontrado algunos planos de la ciudad.
Lo que sí parece cierto es que Anjar se destruyó antes de que fuese construida totalmente, por lo que esas teorías podrían tener credibilidad, aunque a nosotros no es lo que más nos importa ahora, ya que podemos disfrutar de ella indistintamente como si viviésemos en aquella época.
Entramos por una de las cuatro puertas que daban acceso a Anjar (de hecho, en la actualidad es la única que está abierta y donde se ubica la taquilla). Las puertas de entrada estaban orientadas hacia los cuatro puntos cardinales y tras ellas salían dos calles que cruzaban la ciudad de un extremo a otro, el cardo y el decumano, que se cruzaban en el tretrapilón y dividían Anjar en cuatro barrios.
Todavía hoy pueden intuirse esas divisiones y las diferencias entre las construcciones de los barrios populares y los nobles, por los que caminamos completamente solos.
Nos sorprenden la cantidad de estructuras con arcos que todavía se mantienen en pie, construcciones que flanqueaban las calles de Anjar creando soportales bajo los que habían más de seiscientos negocios, otro de los datos que más nos impactan de Anjar y que muestra que fue de gran importancia en el territorio del Líbano como parte de la ruta comercial.
Seguimos caminando a través de estancias y arcos cuando el sol por fin empieza a hacer acto de presencia. Seguimos solos en Anjar, algo a lo que ya casi nos estamos acostumbrando en este viaje por Líbano. ¡Qué bueno que todavía queden lugares por descubrir en el mundo!
Nuestros pasos se detienen en pleno cardo y las miradas se dirigen hacia el suelo, donde había una magnífica red de canalizaciones que ejercerían de alcantarillado de la ciudad de Anjar, transportando las aguas residuales desde el interior hasta el exterior de la zona norte.
Respecto al agua corriente, llegaba a Anjar a través de una serie de cañerías y aljibes (pozos árabes) que abastecían a toda la ciudad, otro excelente ejemplo del buen funcionamiento de este asentamiento omeya.
La última parada nos lleva hasta la zona noble de la ciudad, donde se encuentra el que posiblemente sea el lugar más fotografiado de Anjar, el Pequeño Palacio, donde se halla una gran pared que conserva algunos colores, varias columnas y una inmensa arcada. El sitio nos deja fascinados y nos sentamos allí a contemplar el lugar y debatir un buen rato haciendo todo tipo de suposiciones.
En el mapa que hay en la puerta sur habíamos visto que junto al Pequeño Palacio se encontraba un palacio aún mayor y una mezquita, aunque hoy apenas quedan unos pocos cimientos junto a los restos de un hamman en el que nos imaginamos a un grupo de omeyas disfrutando relajadamente de sus aguas. Por imaginar que no sea.
No queremos irnos de allí, visitar Anjar ha sido una experiencia que nos ha permitido conocer mejor a un califato del que sabíamos poco hasta nuestro viaje a Líbano, pero cuyos nexos con Córdoba y la península son muy estrechos.
Anjar y su reconocimiento como Patrimonio Mundial en Líbano
La importancia de Anjar es mayor de lo que uno imagina cuando viaja a Líbano, aunque bastan apenas unos pasos en estas ruinas para darse cuenta de los motivos que la llevaron a ser reconocida por la UNESCO.
El recinto tenía unas dimensiones de 374×378 metros y estaba rodeado por una gran muralla de 7 metros de altura que protegía la ciudad.
Su construcción se data entre los años 705-715 por el Califa Walid I y es uno de los mejores ejemplos de urbanismo Omeya que se conservan en el mundo, por lo que fue declarada como Patrimonio de la Humanidad en el año 1984.
De hecho, caminar por Anjar es mucho más especial de lo que crees, porque a diferencia de otros lugares como Baalbek, Byblos, Tiro, Sidón o la misma capital de Líbano, Beirut, donde se fueron sucediendo diferentes civilizaciones y etapas en la historia que pueden observarse porque unas fueron construyendo sobre las otras, en Anjar solo hay restos de los Omeyas. No se han encontrado vestigios de ninguna civilización más, lo que hace indicar que únicamente esta ciudad es fruto de un único momento en la historia, el Califato Omeya en el siglo VIII, lo que convierte a este enclave en un lugar único.
SABÍAS QUE…? Anjar recibió a numerosos refugiados del genocidio que se produjo en Armenia en 1915 y por eso en la actualidad hay una parte muy importante de la población que es de origen armenio. Hoy, son ellos quienes reciben a los refugiados provenientes de Siria.
Información útil para organizar tu visita
Ahora que ya conoces nuestra experiencia y como fue la visita a Anjar, voy a darte algunos consejos para que puedas organizar la tuya de la manera más sencilla.
Las ruinas de Anjar muchas veces también puedes encontrarlas escritas en mapas o guías como “Anyar”. Tranquilo, son las mismas.
Las ruinas se encuentran a 60 kilómetros de Beirut (1h30’) y 45 kilómetros de Baalbek (50’) por lo que muchos viajeros hacen la visita junto a las ruinas romanas de Baalbek en una excursión de un día completo volviendo a dormir a la capital.
Yo os recomiendo alquilar un coche y visitar ambas ruinas tranquilamente, hacer una parada en alguna de las numerosas bodegas de la zona vinícola de Zahlé, a medio camino entre ambas, y pasando la noche en la ciudad de Anjar, donde hay un hotel con mucho encanto: el Layali Al Shams Hotel, con habitaciones temáticas y que realmente da un plus al viaje.
El precio de las entradas es de 150.000 LBP (unos 4 euros al cambio) y el horario de apertura de Anjar es de 8:00 hasta el atardecer (16:00 en otoño-invierno y 18:00 en primavera-verano).
Calcula entre una y dos horas para visitar las ruinas de Anjar tranquilamente.
Si al final decides quedarte a dormir allí, también te propongo un par de opciones donde comer en la ciudad de Anjar, el Al Shams Restaurant y el Nabaa Anjar, con cartas similares en las que encontrarás todo tipo de comida local.