Recién llegado de mi viaje a la India y aunque ha sido breve, la experiencia ha sido tremendamente intensa y sigo emocionado. Desde que me subí en el avión que me llevaba de vuelta a casa, sigo dándole vueltas a muchas de las cosas que me he encontrado en este país y voy a intentar compartirlas con vosotros y vosotras.
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Viajar a la India: rompiendo algunos mitos y leyendas
Reconozco que viajé a la India un poco asustado. No habían sido pocas las personas que me habían dicho que para viajar a la India había que estar muy preparado, que el impacto es tan brutal que había gente que se había tenido que volver a casa porque no había podido aguantarlo.
Sí, el impacto es grande y en lugares como Delhi se ve una mezcla de pobreza extrema con el aglutinamiento de gente en las calles propio de una ciudad de más de 35 millones de habitantes. No hay espacio para la calma, la ciudad es un hervidero y todo va a mil por hora, los autorickshaws se mueven en manadas de centenares y abarrotan las carreteras y sus márgenes. Unos márgenes que, por cierto, no son aceras porque estas son casi inexistentes. Caminar por Delhi es una misión casi imposible, pero en ese aspecto, existen otras grandes ciudades asiáticas con ciertas similitudes.
Es cierto que me impactó la cantidad de gente y, sobre todo, de niños y niñas, que se acercan a pedir dinero. Son muchos, un incesante flujo de personas que se acercan a pedirte, te acercan la mano, te tocan, te golpean sutilmente (o no tanto) en el brazo o en la espalda hasta que atraen tu mirada. Atender a todas estas llamadas de auxilio es una utopía así que, lo mejor es no atender ninguna en particular. Si lo haces, corres el riesgo de abrir una brecha que localizarán de inmediato y que te va a costar cerrar. Aunque esto os pueda parecer de una carencia de sentimientos extrema, la verdad es que es precisamente lo contrario, lo sentimientos, los que llevan a no hacer una selección arbitraria de la persona a la que decides ayudar, porque evidentemente, ayudar a todos resulta utópico.
Otra de las grandes diferencias que he notado con respecto a otros países, es la acumulación de basura y los olores en las calles. Aunque durante nuestro viaje a Myanmar encontramos, sobre todo en la ciudad de Yangón, una ciudad sucia, con muchísima basura y ratas por todos lados (llegamos a cenar en un restaurante viendo varias ratas corriendo por el techo), la verdad es que algunos de los lugares en los que hemos estado en este viaje a India, la superan.
Igual de impactante me resultó ver en ciudades como Aligarh, Ramnagar o la turística Agra, grupos de gente durmiendo en la calle, bajo el frío del invierno y al calor de una hoguera…de plásticos.
Hay muchas cosas que impactan en un viaje a la India, pero quería desmontar un poco esa leyenda que habla de que hay que tener una preparación especial para viajar aquí, más aún si ya has viajado a otros lugares de Asia o de África. Viajar a India no requiere ninguna preparación especial más que las ganas de conocer a un país apasionante y de empaparte de una cultura y una idiosincrasia muy diferentes. Y si hay que estar preparado para algo es para absorber todo lo que este intenso país va a darte a cada paso; sus trenes, sus tés, sus voces al oído ofreciéndote una cerveza de estraperlo, las fotos como si fueses un photocall, el interés que despertarás al dueño de un pequeño hotel o al vigilante de un vagón litera de un tren…la India requiere mente abierta, paciencia y comprensión.
Mi viaje a la India: un cóctel de emociones
Desde el respeto inicial hasta las lágrimas de mi despedida, la India ha sido una mezcla de emociones que han ido y venido a velocidad de vértigo.
Pasamos un día en Nueva Delhi y los primeros, fueron pasos inseguros, en plena madrugada (esos malditos vuelos con horarios intempestivos) a través de un callejón que teníamos que pasar de lado pues su anchura no daba para ir de frente. Allí al fondo estaba nuestro hotel, bajo un enorme y cegador neón.
Vivir el movimiento de la estación de trenes de Old Delhi fue también una experiencia cuánto menos, curiosa. Trenes yendo y viniendo o pasajeros saltando al vagón con el tren ya en marcha, todo pasaba mientras el encargado de uno de uno de los puestos de control al que fui a preguntar por mi tren, me invitada a un chai y me explicaba su breve paso por Australia.
Tampoco olvidaré al personal de mi hotel en Ramnagar, a las puertas del Parque Nacional Corbett, que nos trató tan extraordinariamente bien que no me cabe ninguna duda que volveré a visitarlos para reintentar ese avistamiento negado de tigres. Tres días de lluvia y frustración bajo esta era lo que nos esperaba en el Parque Nacional Corbett, en plena temporada seca y 72 horas de lluvia sin parar, arruinando todas nuestras opciones de avistar cualquier felino en uno de los lugares más propicios para ello.
¡Info! Puedes leer mi artículo con la experiencia completa de 3 días de safari en India en la que estuvimos buscando tigres en el Parque Nacional Corbett.
Aquella frustración duró hasta que mis ojos vieron por primera vez el Taj Mahal desde la terraza del Saniya Palace Hotel. Estar frente a esta joya es hipnotizante. Pero la experiencia aún iba a superarse cuando al día siguiente lo conocimos en primera persona. Estar frente a aquella maravilla era un sueño que por fin cumplía y el miedo a que no superase las expectativas había quedado disipado desde el momento en el que crucé la puerta y lo vi frente a mí. El Taj Mahal hace saltar las lagrimillas.
Igual que casi nos saltan algunas lagrimillas paseando por Fatehpur Sikri, la antigua capital imperial de India y hoy ciudad fantasma que, hoy permite sentirse dentro del dominador imperio mogol.
Y tampoco me olvido de las increíbles sensaciones que vivimos en las ciudades sagradas de Mathura y Vrindavan, consideradas por el hinduismo como centros de su devoción, son verdaderas joyas en decadencia.
¡Info! Lee mi artículo con lo que necesitas para preparar un viaje y un safari para ver tigres en India.
Una semana en Baba Bakala, la familia que dejamos en el Punjab
Nos quedaba una semana de viaje en la India y acabábamos de llegar a Amritsar, pasadas las once de la noche a un aeropuerto diminuto en el que, por suerte, nos estaba esperando nuestro buen amigo, el que nos había liado para traernos hasta aquí con motivo de la boda de su hermano gemelo, otro buen amigo, por cierto.
Aún nos quedaba una hora de camino hasta Baba Bakala, el pueblo en el que vive su familia y que esperaban nerviosos nuestra llegada.
El recibimiento fue emocionante y entre abrazos, sonrisas e intentos fallidos por comunicarnos en una especie de idioma híbrido entre el inglés y el punjabi, pasaron dos horas. ¡Estábamos encantados de estar allí!
La semana nos ha pasado volando entre celebración y celebración. Que si ahora hay que llenar el cuerpo del novio de cúrcuma, que si ahora bailar, que si ahora toca pasearse por las calles del pueblo con un artilugio en la cabeza, que si otra vez bailar… ¿más baile? Sí, bailar otra vez. Pero si son las doce de la noche y no hemos cenado…pues bueno, a bailar y luego ya cenaremos.
Así cinco días hasta que por fin llegaron los dos días de celebración ‘oficial’. Lo pasamos en grande y la ceremonia es toda una experiencia, desde la parte religiosa hasta la celebración, con comida casi infinita y un montón de gente que entra y sale como si estuviesen en casa.
Y así pasaron los siete días y llegó el final. Reconozco que me daba un poco de miedo afrontar lo que me encontraría porque les había cogido mucho cariño.
Y lo que me esperaba se quedó muy corto con lo que me encontré…la despedida fue una de las más tristes que he tenido jamás. Fue imposible contener la emoción de aquel momento, más aún cuando la encantadora hija pequeña de sus tíos, con la que habíamos pasado ratos geniales y divertidísimos, empezó a llorar desconsolada.
Ojalá aquel libro que le regalé sirva para que mejore el español que quería aprender y ojalá las dedicatorias que todos escribimos en él sirvan para que, igual que yo, no se olvide nunca de nosotros.
Pensaba…»No me hagas esto«. Pero sí, lo estaba haciendo. Los abrazos, besos y hasta prontos llenaron más de una hora de despedida antes de partir de vuelta a casa. Me esperaba la vuelta más dura que recuerdo de un viaje, había dejado una parte de mí allí, tras aquellas puertas y desde el momento en el que salí, mi mente ya se puso a pensar el momento en el que volver a ver a mi familia de Baba Bakala.
Me ha resultado emocionante leer el post. Saber transmitir emociones a través de experiencias personales va más allá de proponer buenas rutas. Enhorabuena por el viaje, me queda claro que ha valido la pena!
Excelente contenido, Sin duda un destino único y maravilloso. Saludos