Transmongoliano: Cruzando Rusia en 10 días

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Tomàs Garcia

Empezaba una aventura a la que le tenía unas ganas enormes y empezaba en una ciudad gigantesca y bellísima como es Moscú. Pero tras ella, nos esperaban diez díaz cruzando Rusia y toda Siberia en tren, una experiencia que jamás olvidaré. Empezaba nuestro viaje a Rusia a bordo del Transiberiano, o en su vertiente mongola, el Transmongoliano.

Nuestro ruta de viaje a Rusia a bordo del Transiberiano

Día 1 – Moscú

Catedral de San Basilio, Moscú

Llegas a la capital rusa casi de madrugada, tras una noche brevísima en el avión (4 horas y poco de vuelo, que sumadas a las 2 horas de diferencia con España convierten un vuelo que sale a las 12 de la noche en uno que llega a las 6 y poco de la mañana y ya has pasado tu primera noche del viaje y te encuentras con todo un día por delante) y la ciudad te recibe con lluvia, una lluvia constante e intensa que te acompañará -tú aún sin saberlo- durante prácticamente las 48 horas que pasarás en ella.

El choque es grande de inicio. Te ves con un hostal contratado por internet (no soy muy aficionado a esta práctica) al que tienes que llegar en metro, un metro con el nombre de sus paradas en cirílico. Igual que las calles, que los carteles, que cualquier referencia que pudieses tener previa para llegar a él. Al final, y tras varias horas caminando, llegamos a un bloque de pisos que resultó ser nuestro hostal. Cero indicaciones y encontrado casi como fruto de una carambola. Entramos en un piso a preguntar, la señora, amablemente nos recibió y se ofreció a llamar al teléfono que llevábamos como referencia y un encargado del «hostal» vino a recogernos.

Allí aprovechamos para instalarnos, dejar los bultos y ubicarnos en el mapa. Estábamos -mucho- más lejos de lo que pensábamos del centro, seguía lloviendo intensamente y había pocas ganas de empapar toda la ropa el primer día, así que fuimos a un supermercado cercano en una escapada fugaz a comprar provisiones para los primeros trayectos de tren y para pasar la tarde jugando a cartas y bebiendo cerveza.

A media tarde, y con la lluvia habiendo disminuido en intensidad, decidimos ir a comprar los billetes de tren a Kazán para el día siguiente (no queríamos imprevistos) y luego a la Plaza Roja, donde nos llevamos la primera visión -ya nocturna- de la Catedral de San Basilio, una construcción tan espectacular como la hayas podido imaginar pese a haberla visto decenas de veces en la televisión.

Símbolo comunista Rusia, Moscú

Con la noche bien entrada y la lluvia constante sobre nuestros cuerpos como un martillo golpeando un clavo al que poco a poco va mermando en resistencia, nos decidimos a volver a nuestra habitación, previa parada y rodeo por el impresionante metro moscovita, a preparar la cena y descansar a ver si al día siguiente la suerte nos acompañaba en forma de día soleado.

Día 2 – Moscú – tren nocturno a Kazan

Carta en ruso

La suerte acompañó a medias y el día, pese a levantarse oscuro, aguantó sin apenas lluvia excepto en momentos puntuales. Fuimos a dejar las mochilas a la consigna de la estación donde más tarde íbamos a salir hacia Kazan. Tras el trámite obligado de las mochilas, la primera parada del día iba a ser el estadio Luzhniki y todo el recinto olímpico. (Sí, esto es una visita provocada por mi afición extrema al fútbol). La primera intención era ir a ver algún partido de la Premier Rusa, pero no pudo ser.

Acabado el estadio y sus afueras, cogimos el metro hasta el centro de la ciudad, donde comimos un menú variado que incluía la típica sopa Borsch (sopa de verduras con raíces de remolacha que le da color rojo al caldo). Una nueva visita a San Basilio, esta vez de día y un paseo por las afueras del Kremlim, al que no pudimos entrar por tiempo, culminaron nuestra visita a la capital rusa.

Después, la locura en la enorme estación en la que casi perdemos el tren -recomiendo ir con tiempo salvo tener muy claro donde está todo situado (consigna, andenes, entradas, salidas, etc etc.)- y nuestra primera toma de contacto con la mítica ruta transiberiana. Nos esperaban poco más de 12 horas hasta la capital de la República del Tatarstán.

Las primeras horas de tren son una mezcla de ilusión, ganas de ver lo que viene e inquietud por no saber lo que te espera al final de cada trayecto. Preparamos nuestras literas junto a la amable señora rusa que nos acompañó en el compartimento. Sacamos la cena y las baraja de cartas y nos dispusimos a echar nuestras primeras partidas hasta que entrase la noche y con ella el momento de dormir hasta el destino.

¡Info! Puedes leer mi artículo con todo lo que hay que ver y hacer en Kazán en un día.

Estación principal de tren de Kazan

Día 3 – Kazán – tren nocturno a Yekaterimburgo

Parada de un día. La ciudad no es demasiado grande y sus puntos más interesantes se pueden abarcar en una sola jornada, llegando por la mañana y saliendo por la noche. Un imprevisto de inicio y tras dejar las mochilas en la consigna. Fuimos a comprar el billete a la taquilla y allí nos dijeron que no vendían billetes para ese tren, que teníamos que ir a la segunda estación de la ciudad, a uno 15 minutos en taxi, a comprarlos. Incrédulos y sin saber bien lo que teníamos que hacer, le pedimos a la taquillera si nos podía llamar a un taxi para que nos llevase a la dirección donde ella misma nos indicaba. Para sorpresa nuestra (y se lo agradecemos profundamente) accedió sin problemas a realizar la llamada. Así que nos plantamos en la estación secundaria de Kazan y allí nos vendieron unos billetes de tren que coincidían con la hora que teníamos prevista y que además salían de la estación principal (sí, de la que veníamos…). Extrañados, puesto que no veíamos normal llegar a una estación A y tener que ir a otra a comprar billetes a la estación B para coger el tren en la estación A, pero con el trabajo realizado, cogimos otro taxi de vuelta que nos dejó directamente en el Kremlim.

Kul Sharif Mosque
Delante de la Kul Sharif Mosque

Allí empezamos nuestra visita a la ciudad, en la principal ciudadela de la República de Tatarstán, mandada levantar por Iván el Terrible y donde destaca la mezquita de Qul Sharif, una de las más grande del Viejo Continente (esa de colores azul y blanco).

Una de las panorámicas sobre el Volga

Tampoco hay que perderse la Catedral de la Anunciación o la Torre inclinada de Soyembika. Kazán es una ciudad famosa por la convivencia entre las etnias musulmana y cristiana, y entre sus «highlights» más destacados están las vistas de la confluencia entre los ríos Kazanka y Volga.

Previo paso por la oficina de turismo para escuchar recomendaciones, fuimos a comer a un restaurante de platos típicos rusos, que nos dejó algo indiferentes. No es que estuviese mal, pero esperábamos bastante más del lugar, así que no digo ni el nombre.

La tarde la dedicamos a callejear antes de la salida de nuestro tren, que a partir de las 20:00h nos iba a llevar en un plácido paseo de casi 15 horas hasta Yekaterimburgo.

Día 4 – Ekaterimburgo – tren a Irkutsk

El frenesí de los primeros días, del que ya éramos conscientes, seguía con la llegada por la mañana a Ekaterimburgo, ciudad que tendríamos que abandonar 6 horas más tarde. Nos bastaron esas 6 horas para comprar los billetes a Irkutsk (difícil empresa que nos llevó casi 1 hora) y conocer (aunque sea superficialmente) la ciudad donde aniquilaron a los últimos zares, donde los bolcheviques acabaron con una página de la historia al fusilar en un sótano a la familia Romanov al completo. Sin duda, una de las paradas más recomendables del viaje a Rusia en tren.

Cola en las taquillas de la estación
Cola en las taquillas de la estación

Pero Ekaterimburgo no es solo la ciudad de los últimos zares, es también la capital de los Urales, una de las más pobladas de Rusia y la que marca el paso al continente asiático.

Casi a contrarreloj fuimos a la Iglesia de la sangre derramada, levantada en el lugar donde fueron asesinados Nicolas II y su familia y lugar imprescindible para cualquier visitante mínimamente interesado en la historia de los zares. Después, el centro de la ciudad donde llega el río y la Iglesia de la Ascensión, de estilo barroco, colorida y considerada una de las más hermosas de Rusia.

Iglesia de la sangre derramada
Ekaterimburgo, Rusia

Por la tarde y después de comer algo rápido, subimos al tren que nos llevaría en poco más de 50 horas a Irkutsk. Esta vez tocaba viajar en 3ª clase (Platzkart) por falta de plazas, pero íbamos a tener suerte e íbamos a encontrarnos con un vagón casi vacio durante casi todo el viaje.

Día 5 y 6 – Viaje en tren y llegada a Irkutsk por la noche

Poco o nada que decir de estos días. Algo más de dos jornadas de nuestras vidas en un tren que sinceramente, se pasó muy rápido. Entre partidas de cartas, las cervezas en el vagón restaurante donde conocimos a cuatro brasileñas que venían directamente desde Moscú (Sí, desde Moscú! Llevaban cuatro días encerradas allí y les quedaban otros dos!), alguna botella de vodka y los fideos instantáneos que monopolizaron nuestro menú pasaron dos días hasta llegar a Irkutsk por la noche para ir directamente al hostal, darnos una ducha y descubrir un restaurante japonés que nos iba a enamorar. Acabábamos de terminar la etapa de tren más larga de nuestro particular Transmongoliano y lo habíamos hecho en tercera clase.

Tren parado en estación
Sentados en el tren durante nuestro viaje a Rusia

La mañana siguiente queríamos llegar al Lago Baikal, teníamos que decidir cómo y dónde.

Centro de IrkutskDía 7 – Irkutsk – Listvyanka (Lago Baikal)

Despertamos en Irkutsk, entre sus casas de madera estilo siberiano y la sensación de que te estás acercando a un lugar extraordinario como es el Lago Baikal. Tras visitar ciudades gigantestas, Irkutsk empezaba a parecerse a lo que siempre había imaginado cuando pensaba en Siberia. Esas casas de madera fueron levantadas sobre placas de hielo, y con el tiempo, el calor generado en ellas provocó que se fuesen hundiendo en la tierra e inclinándose, dándole un toque pintoresco a la escena.

Nuestra casa con vistas al Baikal

La intención era conseguir los billetes para Ulan Bator, ir al centro de información y enterarnos de las mejores opciones para ir al Baikal. El centro de información resultó estar formado por un puñado de chicas incompetentes que no sabían ni a que distancia quedaba el lago de la ciudad. Lamentable. Aunque más o menos teníamos claro lo que íbamos a hacer, dimos un paseo por la calles de la ciudad para meditarlo con más detenimiendo.

Finalmente, y tras algunos imprevistos, salimos en autobús hacia la villa de Listvyanka, a una hora y media de donde estábamos y a orillas del Baikal. (La otra opción que valoramos era ir a la Isla de Olkhon, pero estaba a algo más de 6 horas de camino y la descartamos por falta de tiempo). Llegamos, buscamos un sitio para dormir y fuimos directos a pasear por la orilla del lago. Estábamos en el Baikal!

Por la noche, y siguiendo la recomendación de una de las muchas oficinas de turismo, fuimos a cenar al mercado, donde hay una especie de comedores públicos donde la gente va con su pescado comprado en el mercado y se lo come allí mismo. En el mismo comedor hacen comidas sencillas para complementar (sopas, ensaladas, empanadas…) y te venden la bebida, además de proporcionarte bandejas y cubiertos de plástico. ¿Y qué se come en el Baikal? Pues el omul, que es un pescado autóctono del lago que te lo venden ahumado y que está delicioso. Hay que decir que en el mercado de Listvyanka su precio estaba sobre los 200 rublos (algo más de 2 euros), mientras que en otros mercados de pueblos más pequeños como mucho costaba 100 rublos. Lo curioso es que este pescado se importa a diferentes sitios del mundo y alcanza un precio infinitamente superior.

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Día 8 – Listvyanka

Amanecimos en el Baikal, una de esas cosas que son difíciles de olvidar. Y estar allí no se podía desaprovechar, así que decidimos darnos una buena caminata hasta el punto panorámico que nos dijeron el día anterior en la oficina de turismo. Estaba a unos 5 km de donde estábamos y allí había que coger un funicular que te subía a la cima de una pequeña colina, donde las vistas eran espectaculares. Aunque es cierto que el Baikal es difícil de abarcar con la vista, difícil de imaginar su magnitud desde un punto fijo en el que solo ves lo que la vista alcanza, allí arriba sentías como si pudieses hacerlo, la sensación de estar en el lago más grande del mundo.

Delante del Lago Baikal, viaje a Rusia
Plato típico pescado Omul

Comimos pescado en el pueblo de Nicola, a un precio más que asequible y acompañado de una buena cerveza antes de ir al muelle a coger un ferri que por menos de 50 rublos te dejaba en la otra orilla, cerca de la estación por donde pasa el famoso CircumBaikal y recorrimos sus vías hasta la salida del ferri de vuelta.
El día lo acabamos con un te caliente que buena falta nos hacía y otra ronda de pescado por la noche (había que aprovechar que después nos esperaban varios días de fideos), antes de irnos a dormir para encarar nuestro último día en territorio ruso. Mongolia nos estaba esperando.

Día 9 – Listvyanka – Irkutsk

Ferry Lago Baikal

Sin saberlo, este día se iba a convertir en uno de los días que iba a marcar el resto del viaje. Salimos de casa bajo una fina lluvia, la idea era desayunar tranquilamente en un bar que conocimos el día anterior y coger el primer autobús hacia Irkutsk para acabar el día allí. Pero a los pocos metros vimos a una pareja buscando su alojamiento, sin saber bien donde estaban -las numeraciones de las calles no es que ayudasen precisamente- y que resultaron ser de Barcelona, Sergi y Nuria. Una grata sorpresa poder hablar y sobre todo, entender a alguien en Rusia. Les ayudamos como pudimos con el mapa y les invitamos a desayunar con nosotros, hacía frío, llovía, cargaban con las mochilas y les ofrecimos un desayuno caliente, cualquiera hubiese aceptado esa oferta! Nos dijeron que en el autobús que los trajo habían conocido a otra pareja de Barcelona! Eran Almu y David, nos los cruzamos a los pocos minutos también con las mochilas a la espalda y les invitamos a unirse a la fiesta-desayuno catalán que estábamos a punto de celebrar. Aunque ellos solo tenían esa mañana para ver el Baikal, también aceptaron. En el bar charlamos de nuestros viajes, de como habíamos llegado hasta allí y de los que nos esperaba a partir de entonces, y nos citamos con Almu y David en Ulan Bator (íbamos por medios diferentes) para intentar hacer el tour por Mongolia juntos, sería más divertido y además, más barato para todos. Sergi y Nuria no pasaban por allí y se iban por la vertiente del transmanchuriano, pasando por Chita y Harbin hasta Pekín y acabando en Shanghai, si mal no recuerdo. Fue una buena mañana  tras el desayuno nos separamos y cada uno agarró su camino.

Cama del tren

Nosotros hicimos las mochilas y nos subimos al primer bus que pasó, en algo más de una hora estábamos en Irkutsk, a eso del medio día y empleamos la tarde para ver la ciudad, de dimensiones perfectamente abarcables, con encanto y placentera para el que le guste pasear, nos caercamos hasta el estadio del modesto equipo de la ciudad, que milita en la segunda división, pasamos por el río Angara y la estatua de Lenin entre otras cosas hasta que se hizo de noche y volvimos a «nuestro» japonés para disfrutar de nuevo de un buen menú de shushi -por cierto, el restaurante se llamaba ShushiEd- antes de ir al hostal a dormir las tres horas que nos quedaban hasta la salida del tren dirección Ulan Bator.

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Día 10 – Tren Irkutsk – Ulan Bator

Madrugón y a seguir durmiendo en el tren tras un contratiempo con el taxista (aún lo maldigo) que casi hace que lo perdamos. Lo que viene después ya os lo podéis imaginar: 24 horas en el tren, bajando en las paradas largas a comprar algo de comida, leyendo, jugando a cartas y en algunos momentos simplemente dejando correr el reloj.

De lo que no se libra nadie es de los trámites burocráticos en la frontera. Revisan pasaportes, compartimentos y mochilas, pasan perros buscando droga y te miran con cara rara. Lo normal en una frontera vamos. Nos quedaba una noche allí y a la mañana siguiente ya estaríamos en Mongolia.

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