Dormir una noche en la prisión de Karosta (Letonia)

Viajero Crónico > Europa > Letonia > Dormir una noche en la prisión de Karosta (Letonia)

Tomàs Garcia

¿Alguna vez has pensado cómo sería pasar la noche en una cárcel? En mi viaje a Letonia surgió la posibilidad de dormir una noche en la prisión de Karosta, uno de los lugares más temidos de Letonia durante la Unión Soviética. Obviamente, acepté sin dilación y me preparé para vivir la experiencia.

Después de visitar la ciudad de Daugavpils, donde el rastro ruso sigue muy vivo pese a pertenecer a Letonia, mi ruta por los países báltico llegaba a Liepaja, concretamente hasta el barrio de Karosta, donde tuvo lugar una de las historias más perturbadoras del país.

Karosta, un barrio con aroma soviético en Letonia

Desde que supe que viajaría a Letonia, no dudé un instante en incluir Karosta en la ruta. Y allí estaba tras pasar un día en Riga, una ciudad encantadora y colorida, cuyo contraste con este suburbio de Liepaja era más que evidente.

Prisión de Karosta en Letonia
Exterior de la prisión de Karosta

Efectivamente, el barrio de Karosta se encuentra a las afueras de la ciudad letona de Liepāja. Fue construido a finales del siglo XIX alrededor de una base militar naval del Imperio Ruso, aunque originalmente fue concebido como una ciudad independiente.

Karosta albergaba a miles de personas, principalmente militares y sus familias, que residían aquí de manera modesta. Durante los años soviéticos, Karosta mantuvo su relevancia estratégica, siendo un lugar clave para la marina soviética en el mar Báltico. Sin embargo, tras la independencia de Letonia en 1991, el barrio fue cayendo poco a poco en el olvido, con una gran parte de su población militar marchándose y dejando tras de sí un área prácticamente desolada.

La impresión al visitar Karosta en la actualidad es extraña. El barrio parece ocultar un pasado oscuro entre bloques de hormigón. Pasear por sus calles, en completo silencio, resulta inquietante. Abro bien los ojos, no quiero perderme nada, ni siquiera los detalles de cada una de las jrushchovkas, como se denominaban a los inmensos monobloques de apartamentos durante la Unión Soviética.

Algunos han denominada a este lugar como un barrio fantasma similar a la ciudad fantasma de Varosha, aunque en realidad aquí sí que vive gente, mientras que en Varosha no vive absolutamente nadie.

Barrio de Karosta en Letonia
Estos monobloques son lo único que se ve en el barrio de Karosta, a las afueras de Liepaja

Si vas a visitar Karosta, observarás que sigue habitado, aunque se encuentra en un estado de deterioro evidente. Muchos de sus edificios, que una vez alojaron a oficiales y soldados soviéticos, ahora están medio abandonados o en ruinas, con algunos todavía habitados por personas que viven en condiciones extremadamente modestas. Muy cerca, por cierto, sigue en pie y puedes dormir en la prisión de Karosta, pero de este tema os hablaré más adelante.

A pesar de la crudeza de su paisaje, Karosta alberga un monumento de gran belleza: la catedral marítima de San Nicolás. Esta iglesia ortodoxa, construida para los marineros rusos a principios del siglo XX, destaca por sus cúpulas en forma de bulbos dorados, un contraste llamativo con el resto del entorno.

Casualmente es domingo por la mañana y paseando por los alrededores veo parejas y pequeños grupos de personas dirigirse a la misa del día. Todas las personas parecen de avanzada edad; son los habitantes de Karosta.

La catedral ha resistido el paso del tiempo y las turbulencias políticas, permaneciendo como un recordatorio de la fe y la grandeza imperial en medio de un barrio como Karosta, que sigue luchando por recuperar su identidad.

A pesar de este estado de decadencia y de una extraña atmósfera de nostalgia, visitar el barrio y dormir en la cárcel de Karosta resulta atractivo para aquellos que buscamos entender mejor y conocer la historia militar de Letonia y la vida bajo la influencia soviética.

¡CONSEJO VIAJERO!
⭐ Utiliza mi post con lo mejor que ver en Letonia para organizar tu viaje con tiempo.

Breve historia y visita a la prisión de Karosta

A pocos minutos a pie, llegamos a tiempo para visitar la prisión de Karosta en una de las rutas guiadas que hacen. Esto servirá como aperitivo de lo que nos espera, puesto que esa noche vamos a dormir en una de sus celdas.

La prisión de Karosta fue construida en 1900, originalmente diseñada para ser un hospital, como demuestra la cruz que preside la parte alta de una de sus fachadas. Sin embargo, rápidamente se transformó en una cárcel militar.

Dormir en Karosta
Pasillos de la prisión de Karosta

La prisión de Karosta jugó un papel clave en las diferentes ocupaciones militares que sufrió Letonia, desde el Imperio Ruso, pasando por la ocupación nazi, hasta los largos años bajo el régimen soviético. Este lugar se convirtió en un símbolo del poder y la represión militar, siendo utilizada para detener a desertores y prisioneros políticos principalmente.

Estuvo funcionamiento hasta 1997 y durante todo ese tiempo, la prisión de Karosta fue conocida por sus duras condiciones. Los reclusos se enfrentaban castigos severos, como trabajos forzados o aislamiento, además de un frío terrible durante gran parte del año. Otro de los castigos más llamativos (por llamarlo de alguna manera), era el de mantenerse una hora en cuclillas. Además, cuando alguien osaba desafiar a la autoridad, el castigo era para todos los reclusos y si uno de ellos no lo acataba o era capaz de llevarlo a cabo, no se acababa hasta que todos cumplían su castigo.

Interior de Karosta
En este pasillo es donde estaban las celdas de los presos de Karosta

Aquellos que intentaban desafiar la autoridad o quebrantar las reglas también eran enviados a celdas de aislamiento, donde pasaban varios días en condiciones extremadamente duras. Durante la visita nos meten en aquella celda de castigo y la sensación no pudo ser peor. Los reos podían pasarse allí hasta 3 días, pero yo no aguanto no unos segundos sin agobiarme.

Además, el guía nos cuenta que jamás nadie logró escapar de la prisión de Karosta, lo que añade un aura casi mítica a su historia.

Pasillos interiores de la prisión
Pasillos interiores de la prisión

En el interior, visitamos la primera planta, donde había unas pocas celdas. La luz está tenue y el pasillo en completo silencio. Impresiona estar en el interior de este edificio de ladrillo rojo, que ha sido testigo de tanto dolor.

Después de recorrer algunas celdas o los diminutos baños, donde solo podían acudir dos veces al día, la visita a Karosta nos deja con un sabor agridulce.

Baños de Karosta
Baños de la prisión de Karosta

Los presos podían estar aquí por un tiempo máximo de 28 días dadas sus condiciones extremas, mientras que nosotros, en tan solo unas horas, ya nos hemos quedado sin palabras. Y todavía nos queda el plato fuerte, ya que en unas horas vamos a dormir en la prisión de Karosta en una noche que probablemente jamás olvidaremos. Si todavía quieres saber más sobre este lugar, te aconsejo visitar la página de la prisión para conocer todos los detalles.

Dormir en la prisión de Karosta: una noche como un preso militar

Llegamos a la prisión de Karosta a las nueve de la noche, algo inquietos después de haber visto con nuestros propios ojos el horror que allí se vivió.

Al cruzar las puertas, el aire se volvía más pesado, como si la historia de los prisioneros aún flotara en el ambiente. Es una sensación extraña. Supongo que mi primera experiencia carcelaria (espero que no la sigan muchas más) debe ser así. Estábamos preparados para dormir en Karosta.

Dormir en la prisión de Karosta
Momentos antes de dormir en el interior de mi celda en Karosta

Nos llevaron directamente a nuestra celda, un pequeño espacio completamente cerrado, donde la única «comodidad» era un colchón de apenas dos dedos de grosor, una manta y un somier que crujía con cada movimiento y parecía que iba a quebrarse a la mínima.

Los vigilantes siguen los protocolos de los años 80, que no dejan espacio para ninguna ilusión de libertad. Después de tomarnos la fotografía con nuestro número de prisionero, nos encerraron definitivamente.

Mi número de preso para dormir en Karosta
Este fue mi número de preso antes de dormir en Karosta

Sabemos que todo esto es un teatrillo, pero no deja de inquietarnos. No había sonrisas, solo un crudo pasado y unas horas por delante para saber lo que significaba estar recluido para dormir en la prisión de Karosta.

Unos minutos más tarde, apagaron las luces y el gélido pasadizo se sumió en un profundo silencio. Era hora de dormir, aunque mis ojos no pueden cerrarse y doy mil vueltas intentando olvidar que estoy en una celda minúscula donde en otros tiempos hubo prisioneros de verdad.

Libros en cirílico
Los libros en cirílico recuerdan el pasado soviético de la prisión

Durante algunas horas, el tiempo pareció detenerse. Las paredes de la celda no solo aprisionaban el cuerpo, sino también la mente. La oscuridad de la noche, la escasez de comodidades y el silencio roto solo por los pasos de los vigilantes eran estremecedores.

Por fin conseguí conciliar el sueño, aunque con una extraña sensación. No éramos turistas, al menos no en ese momento; porque durante unas horas, fuimos verdaderos prisioneros en Karosta.

Deja un comentario

Responsable » Tomàs Garcia.
Finalidad » moderar los comentarios.
Legitimación » tu consentimiento.
Destinatarios » Webempresa, que cumple con el nivel de seguridad que pide el RGPD.
Derechos » tendrás derecho, entre otros, a acceder, rectificar, limitar y suprimir tus datos.