A partir de aquí el viaje cambiaba radicalmente. Era el camino de vuelta a Windhoek, y decidimos hacerlo en varios días, parando en algunos pueblos de la zona y queríamos dormir en alguna granja, bastante habituales allí, pero que no son nada baratas y por eso lo dejamos hasta el último momento. Esta primera etapa de vuelta nos llevaba de Maun a Ghanzi, con vistas al Kalahari.
La primera parada era Ghanzi, un pueblo donde son habituales las tribus San y que sirve para acercarse a la reserva del Kalahari, una de las más grandes de África. Decir que el Kalahari es mucho más que la propia reserva, y que puedes verlo en el trayecto hasta Ghanzi por poner un ejemplo. En general, Ghanzi es una ciudad que sirve como escala y poco más. No da muestras de ser demasiado segura y además tiene muy poco de atractiva.
Allí paramos en un hostal del centro, dimos un paseo, pasamos por su centro de artesanía y que a la vez hacía de pequeño museo donde se explicaban las tradiciones San. La verdad es que si te paras a pensar solo unos segundos, te das cuenta de las inmensas diferencias que hay con nuestro país, con nuestro continente. La gente deambula por las calles, descalza, casi sin ropa, montan sus puestos ambulantes de cualquier cosa que se pueda vender y los niños se te acercan con cara de pena diciéndote un “tengo hambre” que te destroza por dentro. Ojalá pudiésemos ayudarlos a todos…
Por la noche, de nuevo aprovechamos para pasarla tranquilamente leyendo. Todo un lujo en medio de la inmensidad del Kalahari, con un silencio sepulcral. Esto es lo que yo conozco como los “placeres de la vida”.